En la celebración de su segundo año como novios, Javier le tenía preparado más que un regalo por aniversario.
Adriana, sin esperar algo así de especial e importante, fue sorprendida con luces, pétalos de rosas, una coctelera con picadas, vino y fuegos artificiales, en la azotea del lugar donde van a vivir.
El momento no podría ser más mágico y perfecto para que Javier le pidiera que se casara con él. Después de ese esperado “sí”, ser reunieron con su familia y amigos en el Bristol para celebrar. Meses después volvieron a ese mismo lugar pero ahora a celebrar con los recién casados.
El día de la boda llegó y no podían estar más emocionados. De esta misma forma fueron contagiando esa alegría a todos sus familiares y amigos.
Adriana tuvo el gran honor de caminar al altar de la mano de los hombres más importantes en su vida: su abuelo, su padrastro y su papá, desde el cielo. Todos la acompañaron mientras daba este paso tan importante en su vida.
Estas damas hicieron del arreglo de Adriana uno sumamente divertido y emocionante. Todas estaban listas para posar y lucirse ante la cámara.
La historia de esta hermosa pareja empieza mucho antes de que siquiera se conocieran. Ambos estaban estudiando en España al mismo tiempo.
Mientras que Adriana estaba en Barcelona, Javier estudiaba en Madrid, pero el destino tenía organizado su encuentro para su regreso.
Ya de vuelta en Panamá, coincidieron en un BBQ en la casa de un amigo de Javier, que es el novio de una de las mejores amigas de Adriana.
A pesar del tiempo que sus amigos tenían de ser novios, ellos no se habían visto antes. Pasaron los días y coincidieron algunas veces más, después del primer encuentro.
Ambos definen su relación como una llena de paz, tranquilidad y comunicación. Se llenan el uno al otro de una manera única.
A Adriana le enamora lo caballero y atento que Javier es. Admira su seguridad, organización y disposición con los demás.
“Él siempre decía que se iba a casar conmigo pero que yo todavía no lo sabía. ¡Quién iba a decir que hablaba tan en serio!” – Adriana
Con tan sólo ver la forma en que se miran, puedes sentir el amor que se tienen.
Al menos yo lo sentí en cada toma que realizaba y realmente hacían que se me erizara la piel.
Con sus gustos, personalidades, similitudes y diferencias, cada uno ha encontrado en el otro lo que tanto buscaban.
Él amante del motocross, ella de los paseos de la playa, comparten día a día sus pasiones y sueños.
¡Que fiesta más buena! La pista nunca quedó vacía. Puedo asegurarles que por lo menos una persona por minuto se agachaba bailando hasta el piso.
No hay duda de que realmente la disfrutaron y la recordarán por el resto de sus días.
Adriana y Javier, me encantó poder presenciar y capturar este momento tan importante en sus vidas. Fue una boda tan hermosa digna de una pareja como ustedes.
Que la felicidad que tuvieron ese día, se multiplique cada vez más y que Dios los llene de bendiciones.