En la habitación no hacía frío, pero las manos de Gisela estaban congeladas y temblando. A pesar de que el aire acondicionado estaba apagado, le atribuía ese estado al ambiente del lugar pero no a los sentimientos previos a su boda.
Los nervios se estaban reflejando de esa manera, junto con varias risas y emoción por parte de ella.


Habían esperado este momento después de diez años de ser novios. Estoy segura que, cuando se conocieron el servicio social javierano, jamás imaginaron que serían el compañero de vida del otro.


Ambas familias estaban emocionadas por este suceso y ayudaban a los nuevos esposos en lo que fuera necesario. Me encantó ver como los abuelos de Gisela también estaban pendientes de cada detalle y les tomaban fotos.


Los padres y hermano de Geovany, lo acompañaron en su preparación y, con su presencia, le demostraron una vez más que siempre estarán ahí para él.

Eligieron casarse en la iglesia del colegio donde todo empezó: la iglesia del Colegio Javier.

Si hay algo que admiro de esta pareja, es la entrega que se tienen. Como Geovany es oficial de marina mercante, han tenido que pasar mucho tiempo separados.

Como bien dice una de las lecturas que tuvieron en su ceremonia: “El amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” – 1 Corintios. No queda duda de lo mucho que esta pareja se ama y lo decididos que están a vivir todas estas experiencias juntos.

Para dar este gran paso en sus vidas, Geovany preparó una propuesta tal y cómo Gisela soñaba.
Con la excusa de celebrar sus 115 meses como novios, le propuso ir a hacer senderismo a Cerro El Gaital. Ella siempre deseó que fuera un momento íntimo entre ambos, sin terceros y muy especial.

Una vez llegaron a la cima del cerro, el lugar estaba prácticamente reservado para ellos. El momento, lugar y condiciones eran ideales para hacer la tan importante pregunta. Gisela sin dudas le respondió que sí con las nubes, árboles y montañas de testigo.
En esta ocasión, se darían el sí frente a las personas que más quieren y aprecian en sus vidas, para que ellos también celebraran junto a ellos este momento.


“Lo que más me gusta de Geovany, es lo entregado que es con todo y todos lo que ama (su trabajo, sus metas, su familia, amigos y sobre todo conmigo).”-Gisela


“Me encanta de Gisela el amor desinteresado hacia lo que ama.” -Geovany


Todo estaba simplemente hermoso y le dieron su toque personal a la celebración. A varios metros sobre el cielo (y no, no saqué esta frase de la película jeje), la fiesta en su honor estaba a punto de comenzar.

Antes de la ceremonia, ambos por separado, me decían lo ansiosos que estaban por que llegara la fiesta. Cuando finalmente arribamos, me hizo mucho sentido por qué.


Esta pareja sí que le gusta bailar y no pararon de sonreír durante toda la noche. Sus amigos y familiares también se encargaron de mantener estas sonrisas intactas, conservando la pista llena y bailando lo que tocaran.


Usualmente mis pies tienen ganas de bailar mientras fotografío la cobertura pero, en esta ocasión, era muy difícil no querer sumarse a la fiesta. El ambiente era increíble y se daban sacaban tomas muy genuinas.

Aren’t they lovely?



Para la hora loca, le dieron un toque bastante típico y Gisela aprovechó para lucir la pollera que su abuela la había cosido. La portaba con mucha emoción y no tengo dudas que eso hizo a su abuela muy feliz.


Gisela y Geovany, fue todo un gusto poder capturar su día especial. Se veían tan felices y espero que así sean todos los días de su matrimonio. Que Dios los llene de muchas bendiciones y su amor crezca cada día más.
