El sol, Isla Grande, el mar y su inmensidad, fueron testigos de una de las propuestas de matrimonio más originales que he escuchado. Un día de verano, a principios de este año, Doyi decidió hacer la gran pregunta.
Mientras él llevaba a bucear a Nancy por primera vez, en las profundidades le sacó un letrero que decía “me quiero casar contigo” a lo que ella le contestó afirmando sin parar, mientras le extendía su mano para recibir el anillo bajo el agua.
Cuando salieron a la superficie, Nancy se acuerda que le dijo al oído a Doyi, que ese día estaba tan radiante y soleado porque su papá estaba en primer lugar viendo todo desde allá arriba, que estaba segura que él estaba feliz y que Dios siempre iba a estar con ellos.
Antes de “zambullirse” en esta aventura, vivieron muchas otras juntos a lo largo de estos años. En ellas los detalles de amor fueron protagonistas y la personalidad de cada uno los fue cautivando cada día más.
De por sí se cautivaron desde el primer momento en que cruzaron miradas, el día que Nancy lo vio pasar por la calle vestido en su uniforme náutico. Ella se encontraba de visita en la casa de su hermana, por lo que le preguntó a su sobrina rápidamente por él y él, interesado de su lado, consultó a su primo.
A pesar de tener a estas dos personas para conocerse, el destino tenía planeado que se encontraran sin intermediarios en un evento en el Causeway. La química fue única y no pararon de hablarse desde ese día.
Aún sin siquiera ser novios (y sin haberla presentado a su familia), Doyi le comentaba a su mamá que Nancy era buena chica para casarse y al parecer no se equivocó.
Ni la distancia ha sido capaz de separarlos. Cuando alguien ama de verdad no hay pretextos para sentirse unidos. Siempre han estado el uno para el otro, sobretodo en los momentos más difíciles.
Nancy y Doyi, no tengo dudas de que ustedes son el uno para el otro. Que Dios y todos sus ángeles cuiden de su unión. Les deseo una vida hermosa juntos.
A continuación les comparto mis fotos favoritas de esta especial unión: