Hace casi tres años, en un tiempo bastante difícil para nuestra familia, fuimos bendecidos con el nacimiento de mi primita, Valeria. Sin dudas, ella fue motivo de alegría para todos.

Recuerdo que ese era el día de mi graduación (diciembre), por lo que fui a visitarla desde bien temprano en la mañana. Después de verla escuché a mi prima y a mi tía comentando acerca de unas canastillas que iban a llevar a diferentes hospitales, para donar a familias necesitadas, como acción de gracias por el nacimiento de ella.

Me comentaron que si quería podía acompañarlas a armar otra canastilla que faltaba y yo encantada acepté. Compramos todo lo necesario para un bebé recién nacido: pañales, polvito, crema cero (que en ese entonces ni tenía idea de su existencia), ropita, toallitas, juguetitos y todo los diminutivos que puedan encontrar.

Después de esa ocasión, como agradecimiento por otro año más de vida, hago lo mismo y lo he convertido en una especie de tradición. Este es el tercer año consecutivo que lo hago y no hay ocasión en la que no termine llorando. Es una experiencia muy bonita y no hay mejor sensación que poder compartir un poco de lo que uno tiene con los que más lo necesitan.

Las dos primeras veces que fui al Hospital del Niño preguntaba por bebés nacidos el mismo día que yo y que no tuvieran muy buena condición económica, pero este año fue diferente. Una enfermera me comentó acerca de una mamá que había dado a luz unos días atrás y que casi pierde la vida en el parto, ya que era un embarazo de alto riesgo. Pude conversar con Arcenia por un rato (la muchacha que dio a luz) y me comentaba que aún no había podido ver a su bebé (quien está totalmente sana gracias a Dios) porque ella se encontraba recuperación. Espero que Dios las bendiga a ambas y que tengan una bella vida juntas.

Publico esto, más que todo, para invitarlos a que imiten esta tradición o hagan algo con lo que se sientan identificados como acción de gracias. Siempre tenemos que estar agradecidos por el simple hecho de estar con vida.