Aprendizajes de mi primera cámara (y todo lo que vino después)
Una de las cosas más bonitas de mirar atrás en mi camino como fotógrafa, es darme cuenta de cuánto aprendí no solo con las fotos, sino también con el equipo. Elegir mi primera cámara fue sencillo, porque no le puse demasiada cabeza. Simplemente quería empezar. Hoy, con más de 16 años en este mundo, puedo decir que hay muchas cosas que haría diferente. Pero también muchas que agradezco haber vivido así como fueron.
Uno de los primeros aprendizajes que me dejó ese proceso fue entender que no necesitas el equipo más caro para empezar a crecer. En ese momento, yo hacía sesiones únicamente en exteriores, por lo que una cámara básica era más que suficiente para lo que necesitaba. No hacía falta una full frame de miles de dólares. Recuerdo que en el curso donde estaba, una compañera llegó con la cámara último modelo, y no sabía ni cómo usar el modo manual. Eso me dejó una gran lección: no porque tengas el dinero debes comprar lo más costoso de inmediato.
Con esa primera cámara, que muchos consideraban “de principiante”, llegué a hacer más de 300 sesiones. Solo en mi segundo año hice 270. Y no la cambié hasta mucho después. Mientras tanto, mi trabajo y mis precios crecían. Aprendí que el equipo no define cuánto puedes cobrar, ni cómo te vas a vender. A veces afecta más a tu confianza que a otra cosa. Yo veía esa cámara como lo mejor del mundo, y eso me ayudó a dar lo mejor de mí.
Otra cosa que aprendí con el tiempo es que, si tienes presupuesto limitado, es mejor invertir en lentes que en una base nueva de cámara. A veces nos obsesionamos con cambiar de cámara sin sacarle el jugo a la que ya tenemos. Yo cometí ese error. Pasé por varias cámaras seguidas sin pensar en que cada una representaba un gasto que debía recuperar. Ahora lo tengo clarísimo: cada inversión que hagas, recupérala con tu trabajo antes de pasar a la siguiente. Si no, terminas atrapado en un hobby caro en vez de un negocio rentable.
También me di cuenta de que muchas veces creemos que “el equipo no sirve” cuando en realidad no sabemos utilizarlo bien. Me pasó con un flash que compré: pensé que era una mala inversión hasta que alguien me enseñó a usarlo correctamente. Ahí entendí que muchas veces, lo que necesitamos no es algo nuevo, sino aprender a dominar lo que ya tenemos.
Y sí, a veces hay que aprender a desprenderse de equipo que ya no usamos. Yo guardo algunas cámaras con cariño, porque fueron parte de mi historia, pero también aprendí a vender otras para invertir en equipo más moderno. No necesitamos tener un museo. Hay personas que pueden sacarle provecho a lo que tú ya no usas, y tú puedes avanzar más liviano.
Un consejo que no escuchamos suficiente: ponle freno al impulso de comprar. No te dejes llevar por las modas ni por la presión. Aunque tengas el dinero, no compres sin pensar en cómo lo vas a recuperar. Espera. Ahorra. Analiza. Haz las compras con intención.
Hoy, cada vez que alguien me pregunta qué cámara comprar para empezar, siempre les digo lo mismo: elige según tus necesidades reales, pide feedback honesto (de personas no patrocinadas), revisa el soporte técnico en tu país, y busca versatilidad a futuro. No compres cinco lentes si con uno bueno puedes empezar. No te desesperes. Disfruta.
Porque al final del día, la fotografía es un arte. Y el arte se hizo para disfrutarse. No importa si comienzas con una cámara de segunda mano o una de gama alta, lo más importante es que valores lo que tienes en tus manos. Cada cámara que he tenido me dio experiencia, aprendizaje y también muchas ganancias. Hoy tengo en mis manos equipos que antes veía como imposibles. Pero todo llegó a su tiempo.
Disfruta el proceso, paso a paso. Aprende, invierte con inteligencia, y nunca pierdas la pasión por crear.
Te invito a descargar mi guía gratuita para comprar tu primera cámara: https://lizpinto.net/manual-camara/
¡Muchas gracias por leerme!